El vocalista y bajista camerunés es uno de los máximos valedores del afro funk y del jazz funk, y llega a esta edición de Villanos del Jazz en formato de trío. Su música es un canto a las tradiciones y también a las carencias que secularmente inciden en su tierra, pero siempre con una visión musical que trasciende fronteras. Las complejas armonías del jazz y las polirritmias de la tradición africana se dan la mano en una discografía y unos directos en los que su bajo eléctrico, empuñado bajo la influencia de Jaco Pastorius, es una de sus notas distintivas. Admirador de Miles Davis, Chet Baker o Ben Webster e impulsado en los albores de su carrera por Joe Zawinul o Quincy Jones, Richard Bona luce un currículo envidiable: ha trabajdo con Chick Corea, Michael Brecker o Branford Marsalis, y ha publicado más de una decena de discos en las últimas dos décadas.
El tópico dice que las grandes mentes piensan igual. Y que la suma de talentos siempre es más que la suma de sus partes. Y así podríamos seguir. No siempre es cierto, pero en el caso de Richard Bona y Alfredo Rodríguez sí podemos decir que el lugar común se cumple. Con ellos al menos sí. Ambos son maestros en lo suyo, y su combinación roza lo excelente. El primero, como bajista virtuoso, cantante y multiinstrumentista que sabe fusionar el jazz con otros muchos géneros. El segundo, como gran pianista del jazz abierto de miras. Hay que agradecer a Quincy Jones que tuviera la brillante idea de juntarlos en aquellos Global Jumbo All-Stars hace años, porque el camerunés y el cubano forman un tándem portentoso, un dechado de ritmo, sensualidad y pericia instrumental que es digno de ver sobre cualquier escenario, y que no entiende de fronteras geográficas y estilísticas. Tan solo de talento mayúsculo.